Nuevo mundo by Gillian Cross

Nuevo mundo by Gillian Cross

autor:Gillian Cross [Cross, Gillian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1993-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 15

EL viento agitaba jirones de tela por encima de unas ventanas altas provistas de postigos. Miriam llegó al centro de un pequeño patio rodeado de gruesos muros de piedra y oyó el sonido lejano de un gong. Se volvió lenta y cautelosamente, examinando el suelo de adoquines y las ruedecitas colocadas caprichosamente junto a las puertas.

En uno de los lados del patio había un hombre bajo y delgado. Tenía la cabeza rapada y estaba envuelto en una túnica naranja, pero Miriam supo que era Stuart. Lo conocía ya por su manera de estar de pie, por mucho que se disfrazara. Se echó un vistazo a sí misma y vio los mismos pies descalzos y los mismos pliegues de tela naranja.

—Esas ruedas no son para nosotros, ¿verdad? —dijo—. No son como la que estamos buscando.

Pero Stuart seguía sin hablarle y se volvió para examinar el lado izquierdo del patio, donde un pequeño pasadizo arqueado conducía a otro patio más pequeño aún. Por entre sus piedras rotas penetraba el sol con rayos polvorientos y oblicuos.

Detrás de Stuart había a la derecha unas puertas de madera gruesa que daban a una construcción oscura. Las puertas estaban pintadas con motivos rojos y verdes entrelazados de forma violenta y se hallaban entreabiertas. De detrás llegaba el sonido apagado de un canto desconocido.

¿Era aquel lugar un monasterio? ¿Eran ellos monjes? Miriam miró inquieta a su alrededor. Había demasiadas ventanitas secretas en los ángulos de las paredes. Demasiados lugares oscuros donde la gente podía esconderse y acechar sin ser observada. Se estremeció.

Stuart pasó a su lado, abrió del todo las pesadas puertas de madera y se adentró en la oscuridad. Miriam hizo una mueca mientras desaparecía la espalda de él. ¿Quién había dicho que debían seguir aquel camino? Ella volvió deliberadamente la espalda a las puertas y, a través del arco, apuntó hacia el patio más pequeño.

Pero no llegó a moverse; en cambio se produjo un destello, y un hombre con una tosca túnica se situó de un salto en el espacio de debajo del arco y, blandiendo por encima de su cabeza dos espadas curvas, cerró aquel paso.

—¡Quiero tomar ese camino! —exclamó Miriam en voz alta. Y bajando su mano, que apuntaba inútilmente, dio un paso hacia él.

Inmediatamente, las espadas silbaron delante de ella cortando el aire. Uno de los estandartes hechos jirones se agitó entre las hojas cortantes y cayó al suelo en cien tiras. El mensaje estaba claro: «Si tomas este camino, morirás».

¿Se trataba de una prueba? Por un momento, Miriam dudó. Luego, el hombre se puso a hacer molinetes con una de las espadas, casi perezosamente, y el filo de la hoja despidió un brillo que reflejaba la polvorienta luz del sol. «Puede que no», pensó la chica. En fin, tendría que seguir a Stuart.

Giró en redondo, levantó la mano y se dirigió hacia las puertas. Al aproximarse, el canto sonó con más fuerza, y los estandartes de la entrada se agitaron alocadamente. Cruzó las puertas, penetró en la oscuridad y se encontró en un templo.



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